Si te resulta difícil entablar una plática conmigo, comienza por contarme
de la mascota de tu infancia, cuéntame de las tortugas y los peces que
te quedaste cn ganas de tener.
Cuéntame de aquella primera vez que las mariposas hicieron frente en tus
sentimientos y se apoderaron de tu estomago.
Cuéntame del momento en que te diste cuenta que no te gustan los payasos,
porque no te hacen gracia.
Puedo escucharte sin hablar, sin hablar y quizá con rostro delirante
contarte de la mascota de mi infancia, contarte de las tortugas y los
peces que nunca tuve.
Contarte de la primera vez en que las mariposas hicieron frente en mis
sentimientos y se apoderaron de mi estomago.
Contar del momento en que me di cuenta que no me gustan los payasos,
aunque me hagan gracia.
Y aun entonces cuando el silencio se apodere de la noche, las mismas
sabanas contemplaran nuestra conversación.
Y a la mañana siguiente, al despertar, la noche habrá parecido corta y
el sueño vasto y al fin podremos volver a platicar.
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